miércoles, 2 de diciembre de 2015

Dedicado a quien una vez fue y a quien no quiero ser.

¡No me dejéis no ser yo!

Pues he visto la muerte en un cuerpo que hace algún tiempo rebosaba vida,
He notado la impasibilidad en quien magnificó cada minúscula emoción,
Porque he sufrido el deterioro imparable de quien me contagió de vida con aquellas canciones de cuna, mecidas por una voz que se ha apagado casi tan rápido como su expresión, colmada ya de ausencia.


Porque me he negado repetidas veces a darla por desconocida, y en mi absurdo empeño he buscado en el fondo de sus ojos algo que me recordara a ella, topándome todas las veces con la misma barrera irrompible: El vacío

Porque también he vivido, casi sin percatarme, la rapidez con la que el reloj ha anulado su ser, arrebatándole una esencia que ya sólo vive en el recuerdo.

Y porque harta de no encontrarla, sólo me queda aferrarme a los rescoldos de mi memoria, donde aún es ella, y pedir, y suplicar, e incluso exigir que nunca me dejéis no ser yo.

Que yo sólo quiero amar hasta la locura, estallar, sufrir. Deseo que el calor me haga arder y que el frío congele mis huesos. Quiero que se me erice la piel con esa melodía para después cantarla como si fuera la última entonación de mi garganta. Anhelo la alegría, las carcajadas, las sonrisas que salen del alma, el dolor e incluso la histeria en sus máximas expresiones.
Yo no seré otra víctima más de la muerte en vida ni arrastraré mi existencia hasta el más triste de los sinsentidos. Por eso, que el vacío me sorprenda viviendo como vive quien no cree en el futuro, y ese día, abridme los ojos frente a mi reflejo y cuando no me reconozca...

Recordadme que no me deje no ser yo.

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