jueves, 24 de abril de 2014

Vivencias/Demencias



Vuelvo aquí por ese silencio que me caracteriza cuando se trata de pregonar mis tormentas.
Nadie más que este espacio las conoce o las ha visto, y probablemente nadie lo hará.
Quizás alguien se haya atrevido a intuirme, pero soy consciente de mi opacidad sentimental, característica que a veces odio y el resto agradezco.
Durante este lapso he seguido alimentándome del momento, pues de algún error aprendí que el refugio del pasado sólo sirve para matarnos mental y lentamente.

He mantenido mi escasez de lágrimas físicas, pero mentiría si dijera que no he llorado por dentro en alguna ocasión. Y aún me sigo preguntando a dónde irá a parar el llanto enjaulado, dónde desembocarán esas lágrimas. Quizás en los sueños del culpable, tal vez sólo sean un aliciente para mi locura futura.


He probado pieles ajenas que sólo me han supuesto una experiencia más, bastante lejos de ser triunfos, demasiado insípidas para tacharlas de fracasos.

Delirios continuos, a veces planeados, otras veces irrefrenables.
Novedades que traen la primavera a la cama, el sol calentando las paredes.
Sacar la primavera de la cama y adentrarse en el mar.
Sentir un pinchazo de vida por cada rayo de sol clavado.
Y algunos puntos suspensivos.
Si me despidiera ahora, estaría incompleta, pues no he mencionado aquella piel que probé y con la que sí me hubiera arriesgado, que lejos de ser fracaso podría haber sido el mayor triunfo si realmente hubiera sido mía alguna vez.


A veces no queremos ponerle nombre,
Y de tanto callar,
El silencio acaba matando todo aquello que acunamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario