domingo, 9 de febrero de 2014

Febiembre.


De noviembre a febrero.



Ya me acostumbré a llover por el alma, a la sequía en el lagrimal.
Y todos mis semáforos han estado en ámbar. Un gran inconveniente,
cuando dudas si pasar o dejar pasar.
Sintiendo de cerca, y amando de lejos.
Acercando el sexo, alejando el tedio.
Quizás mi actitud me defiende, aún cuando nadie me ataca.
La misma que me aturde si alguien me ama.
Hablo de amores prolongados, los mismos que evado.
Pues sí, yo también he amado.
Desconozco si mejor o peor que tú
Y reconozco que de forma intensa y breve,
como casi todo lo que merece ser vivido.
Intuyo que te preguntas si me sigue gustando el ruido
de esta perpetua estación, colmada de entradas
y salidas. Si aún me descifras, sabrás la respuesta.
Sigo buscando la lógica y amando simultáneamente al sinsentido.
Y sigue pasando que a veces,
De tanto quererlo todo, acabo con nada en las manos.
¿Aún le temes al paso del tiempo tanto como lo hacíamos cuando sucedimos?
Porque sí, sucedió que caímos, pero en tu colchón
y nos pintamos madrugadas en la piel, en forma de caricias.
Y ya los días no nos gastaban, nosotras los devorábamos.
Ý sucede que callo y quiero hacerte gritar una vez más, mientras
escucho el impasible silencio de mi almohada.
Revolcarme contigo, por última vez, hasta que la fricción duela
tanto como la despedida de dos amantes que se quieren de lejos,
mientras alguien se nos acerca.