jueves, 24 de abril de 2014

Vivencias/Demencias



Vuelvo aquí por ese silencio que me caracteriza cuando se trata de pregonar mis tormentas.
Nadie más que este espacio las conoce o las ha visto, y probablemente nadie lo hará.
Quizás alguien se haya atrevido a intuirme, pero soy consciente de mi opacidad sentimental, característica que a veces odio y el resto agradezco.
Durante este lapso he seguido alimentándome del momento, pues de algún error aprendí que el refugio del pasado sólo sirve para matarnos mental y lentamente.

He mantenido mi escasez de lágrimas físicas, pero mentiría si dijera que no he llorado por dentro en alguna ocasión. Y aún me sigo preguntando a dónde irá a parar el llanto enjaulado, dónde desembocarán esas lágrimas. Quizás en los sueños del culpable, tal vez sólo sean un aliciente para mi locura futura.


He probado pieles ajenas que sólo me han supuesto una experiencia más, bastante lejos de ser triunfos, demasiado insípidas para tacharlas de fracasos.

Delirios continuos, a veces planeados, otras veces irrefrenables.
Novedades que traen la primavera a la cama, el sol calentando las paredes.
Sacar la primavera de la cama y adentrarse en el mar.
Sentir un pinchazo de vida por cada rayo de sol clavado.
Y algunos puntos suspensivos.
Si me despidiera ahora, estaría incompleta, pues no he mencionado aquella piel que probé y con la que sí me hubiera arriesgado, que lejos de ser fracaso podría haber sido el mayor triunfo si realmente hubiera sido mía alguna vez.


A veces no queremos ponerle nombre,
Y de tanto callar,
El silencio acaba matando todo aquello que acunamos.

domingo, 9 de febrero de 2014

Febiembre.


De noviembre a febrero.



Ya me acostumbré a llover por el alma, a la sequía en el lagrimal.
Y todos mis semáforos han estado en ámbar. Un gran inconveniente,
cuando dudas si pasar o dejar pasar.
Sintiendo de cerca, y amando de lejos.
Acercando el sexo, alejando el tedio.
Quizás mi actitud me defiende, aún cuando nadie me ataca.
La misma que me aturde si alguien me ama.
Hablo de amores prolongados, los mismos que evado.
Pues sí, yo también he amado.
Desconozco si mejor o peor que tú
Y reconozco que de forma intensa y breve,
como casi todo lo que merece ser vivido.
Intuyo que te preguntas si me sigue gustando el ruido
de esta perpetua estación, colmada de entradas
y salidas. Si aún me descifras, sabrás la respuesta.
Sigo buscando la lógica y amando simultáneamente al sinsentido.
Y sigue pasando que a veces,
De tanto quererlo todo, acabo con nada en las manos.
¿Aún le temes al paso del tiempo tanto como lo hacíamos cuando sucedimos?
Porque sí, sucedió que caímos, pero en tu colchón
y nos pintamos madrugadas en la piel, en forma de caricias.
Y ya los días no nos gastaban, nosotras los devorábamos.
Ý sucede que callo y quiero hacerte gritar una vez más, mientras
escucho el impasible silencio de mi almohada.
Revolcarme contigo, por última vez, hasta que la fricción duela
tanto como la despedida de dos amantes que se quieren de lejos,
mientras alguien se nos acerca.